El dolor crónico lumbar aqueja a un porcentaje significativo de la población mundial. La búsqueda de alternativas terapéuticas eficaces y seguras es constante, sobre todo teniendo en cuenta la dependencia y adicción asociadas a los opioides. El cannabis surge como una opción prometedora en este escenario.
De uso recreativo a potencial terapéutico
Si bien el cannabis se reconoce principalmente como una droga recreativa, su potencial terapéutico en diversas dolencias ha ganado terreno en los últimos años. Depresión, ansiedad, trastornos del sueño y dolor crónico son algunas de las condiciones que podrían encontrar alivio con su uso.
Desde noviembre de 2018, el Reino Unido avala el cannabis medicinal, aunque su prescripción por el Servicio Nacional de Salud aún es limitada. La investigación sobre su eficacia en el control del dolor, particularmente en la artritis reumatoide, presenta resultados alentadores.
Estigma y falta de investigación
A pesar de las referencias históricas y los indicios actuales, el cannabis como medicamento enfrenta el desafío del estigma social asociado a su uso recreativo. Esto ha frenado la investigación sobre sus propiedades medicinales, limitando el conocimiento sobre dosis terapéuticas, frecuencia, vías de administración y su eficacia como alternativa a fármacos tradicionales.
¿Cómo actúa el cannabis en el dolor?
A diferencia de los opioides, que actúan directamente sobre los receptores opioides para inhibir el dolor, el cannabis modula la sensación de dolor a través del sistema endocannabinoide. Este sistema produce cannabinoides naturales que interactúan con receptores celulares para reducir la inflamación y la sensibilidad al dolor.
La investigación sugiere que la administración conjunta de cannabis y opioides podría permitir el uso de menores dosis de opioides para lograr el mismo efecto analgésico, reduciendo así el riesgo de dependencia y adicción.
Evidencia preliminar y necesidad de más estudios
El cannabis medicinal se presenta en diversas formulaciones y se administra por distintas vías. Estudios recientes sobre su efecto en el dolor crónico arrojan resultados mixtos.
Si bien el cannabis inhalado parece aliviar el dolor neuropático en comparación con un placebo, solo unos pocos estudios han demostrado resultados clínicamente significativos. Por otro lado, el cannabis oral no ha mostrado una eficacia superior a analgésicos alternativos e incluso ha presentado mayores efectos secundarios.
La mayoría de los ensayos clínicos se han centrado en una única forma de cannabis con un solo agente activo, mientras que el cannabis medicinal suele contener una combinación de agentes. Estudios futuros deberían evaluar formulaciones con múltiples cannabinoides para obtener resultados más concluyentes.
Efectos secundarios y consideraciones éticas
Fumar cannabis, la vía de administración más común debido a su biodisponibilidad, plantea un dilema ético para los médicos, ya que el humo puede afectar el sistema respiratorio y generar efectos nocivos para quienes lo inhalan pasivamente.
Otro punto importante es el riesgo de desarrollar trastorno por consumo de cannabis, que se caracteriza por problemas psicosociales, mayor búsqueda de la droga y síntomas físicos como deseo, abstinencia y tolerancia.
Los efectos secundarios neurológicos y psiquiátricos del cannabis también deben tenerse en cuenta, especialmente al prescribirlo para el dolor crónico, que a veces cursa con síntomas similares.
Conclusión
El cannabis ha despertado interés como tratamiento alternativo o complementario a los opioides para el dolor crónico. Sin embargo, la evidencia actual sobre su eficacia es limitada y se requieren más estudios clínicos rigurosos.
El estigma social asociado al cannabis y la falta de investigación sobre sus efectos secundarios son obstáculos que deben superarse para avanzar en su uso terapéutico responsable.
En última instancia, el objetivo sería utilizar el cannabis para reducir la dependencia de opioides. No obstante, la evidencia actual sugiere que su papel se limitaría a casos en los que las terapias estándar hayan fracasado, funcionando como una opción de último recurso para aliviar el dolor crónico.