Adicción al Alcohol
Un elevado porcentaje de consumidores de alcohol llega a padecer serios problemas relacionados con su consumo, son además adictos y muchos de ellos padecen también dependencia. Algunos consumen el alcohol de manera abusiva durante breves periodos de tiempo, desde unas horas hasta varios días, después dejan de consumir durante varios días o varias semanas, para después repetir el mismo consumo abusivo. Otros sin embargo consumen diariamente. En todos los casos, existe una incapacidad para abstenerse del consumo y un ansia de beber alcohol que supera a la capacidad de control.
Una minoría de los que padecen un trastorno por consumo de alcohol tienen conciencia del problema. Los más consideran que no les afecta en su pensamiento, ni en su memoria, o en la capacidad para tomar decisiones, ni tampoco en sus emociones.
Efectos
Desafortunadamente, el consumo abusivo y crónico de alcohol daña órganos y sistemas del cuerpo tales como el cardiovascular, el respiratorio, nervioso y digestivo. Además, el alcohol es carcinogénico y es una de las seis causas más importantes de mala salud. Los efectos del abuso de alcohol se extienden a la familia, al trabajo y al entorno social del consumidor.
El alcohol actúa también sobre otras estructuras tales como la amígdala extendida, el nucleus accumbens, el área ventral tegmental y la corteza prefrontal que son las áreas que producen recompensa, es decir, determinan que algo es placentero, agradable y positivo. Este efecto junto con las características genéticas, ambientales y personales del individuo determina la continuidad del consumo hasta llegar a la adicción.
Cambios Neuronales
En el sistema nervioso central, la pérdida de tejido cerebral tanto de materia gris como de materia blanca está bien documentada en el alcoholismo. La materia gris está reducida en la corteza prefrontal (incluyendo el giro cingulado anterior), el estriado dorsal y el giro cingulado posterior. Esta corteza prefrontal juega un papel fundamental en las emociones, los pensamientos y el comportamiento, así como en la regulación del sistema límbico de recompensa.
La multitud de cambios neuronales que produce el alcohol en el cerebro, éste trata de compensarlos para mantener una normalidad. Al repetirse y repetirse estos cambios por consumos adicionales de alcohol, las compensaciones del cerebro se hacen tan marcadas que al final el cerebro necesita de los efectos del alcohol para funcionar con normalidad. Al parar el consumo se desencadena un desequilibro, el síndrome de abstinencia.
Síndrome de Abstinencia
Dependiendo de la cantidad, tiempo de consumo y características personales, el síndrome de abstinencia puede durar escasas horas o extenderse durante poco más de una semana. Los síntomas pueden ir desde un ligero temblor a convulsiones y alucinaciones, incluyendo un aumento significativo de la presión arterial, la tasa cardíaca y de la temperatura. También puede aparecer una deshidratación grave producida por sudoración profusa y un temblor tan importante que puede impedir la realización de tareas tan sencillas como el comer, además de ansiedad y depresión. Cuando aparece un Delirium Tremens después de unos días de inicio del síndrome de abstinencia, el paciente se muestra agitado, confundido y desorientado con alucinaciones y delusiones.
Combinación de Sustancias
Muchos de los pacientes que abusan del alcohol, consumen también otras sustancias, tales como cocaína, benzodiacepinas, antidepresivos y en ocasiones opiáceos. En estos casos, el síndrome de abstinencia de un paciente puede ser más complejo y difícil de tratar.
Medicaciones
Para la desintoxicación y el tratamiento de los trastornos por consumo de alcohol se utilizan una amplia variedad de medicaciones. Las más utilizadas para el tratamiento del síndrome de abstinencia alcohólica son las benzodiacepinas tales como el diazepam, el oxacepam y el clordiazepoxido, por su rápida acción anticonvulsiva. También se utilizan otras medicaciones como la carbamazepina, el depakine, ambos anticonvulsivos, y la clonidina.
Hoy en día se utilizan medicaciones aprobadas y no aprobadas para el tratamiento del alcoholismo. Entre las aprobadas se encuentran la naltrexona y el nalmefene, ambos antagonistas opiáceos, así como el acamprosato y el disulfiram. Entre las no aprobadas, la carbamazepina, el ondansetrón, topiramato, gabapentina y el baclofeno